El crumble es un pastel que siempre me había gustado pero, hasta este verano, no he encontrado el momento de  atreverme a hacerlo.
Su origen es inglés y está elaborado con mantequilla, harina de almendra, harina de trigo, huevos y frutas de temporada.
En esta ocasión lo hice con compota de frambuesas y manzanas y la verdad es que está realmente exquisito.



Suele comerse tibio después de las comidas y, en ocasiones, lo he encontrado acompañado de cremas inglesas, helados, etc. aunque a mí, particularmente, me parece perfecto en solitario porque tiene un sabor y una textura muy particulares.


Normalmente, las frutas escogidas para su elaboración deben aportar un toque ácido al pastel, como lo hacen las frambuesas en el nuestro.
Es perfecto para acompañar un buen té o un café y, desde este momento, queda añadido a nuestro repertorio de tartas.



Qué decís,¿os apetece un trozo?

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1 comentario:

  1. Qué pintaza...!! Y mira que yo no soy muy fan de este tipo de tartas... Pero la tuya la probaría sin pensarlo.

    Mil besos!

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